Punción seca

La punción seca (PS) consiste en el empleo del estimulo mecánico de una aguja como agente físico para el tratamiento del síndrome de dolor miofascial (SDM). Se usa el adjetivo «seca», no solo por ser fieles al termino ingles original (dry needling), sino también para enfatizar el hecho de que no se emplea ningún agente químico y, así, distinguirla inequívocamente de otras técnicas invasivas en las que se infiltra alguna sustancia, como anestésicos locales, agua estéril, suero salino isotónico, antiinflamatorios no esteroideos o toxina botulínica.

Existen diferentes técnicas de PS para el tratamiento de los PGM, que pueden clasificarse de acuerdo con diferentes criterios: la herramienta utilizada, la profundidad a la que se inserta dicha herramienta, el tipo de estimulación empleada, el concepto en el que se desarrolla la técnica o el profesional sanitario que la emplea.

El criterio clasificatorio más ampliamente utilizado es la profundidad, de acuerdo con el cual, las técnicas de PS deberían clasificarse en:

Punción seca superficial (PSS), técnicas en las que la herramienta empleada no llega al PGM y se queda en los tejidos suprayacentes.
Punción seca profunda (PSP), en las que la herramienta empleada llega al PGM y lo atraviesa.
Clasificaciones previas de acuerdo con este criterio de profundidad definían la PSS cuando la aguja no llegaba al músculo y la PSP cuando la aguja llegaba al PGM. Estas definiciones dejaban una brecha ambigua en aquellos casos en los que la aguja entraba en el músculo, pero sin llegar al PGM.

La técnica de Hong fue inicialmente descrita como técnica de infiltración, pero muchos fisioterapeutas la utilizan como técnica de PSP. En ella la aguja se inserta repetidamente en la zona del PGM para conseguir tantas respuestas de espasmo local (REL) como sea posible dentro de la tolerancia del paciente. La técnica de Hong es, posiblemente, la técnica más comúnmente empleada por los fisioterapeutas en el tratamiento de los PGM.

Lesión muscular por punción seca

El tamaño de las agujas habitualmente empleadas en la PSP oscila entre los 0,16 mm y los 0,45 mm, es decir, entre los 160 µm y los 450 µm. Esto significa, que cuando se introduce una aguja en el músculo, el diámetro de ésta puede ser entre 4 y 10 veces mayor que el diámetro de los miocitos (células musculares) que atraviesa, lo cual claramente da idea de que la entrada de la aguja en el músculo se salda con un cierto grado de lesión focal en los miocitos atravesados por ella. El tipo de lesión causado de esta manera por la aguja es de tipo laceración o corte. Independientemente del tipo de lesión mecánica del músculo (contusión, sobretensión o laceración), su curación sigue un patrón bastante constante en el que se suelen distinguir tres fases:

Fase de destrucción, caracterizada por la ruptura y la consiguiente necrosis de la porción lesionada de los miocitos, la formación de un hematoma entre los extremos lesionales y la reacción inflamatoria.
Fase de reparación, consistente en la fagocitosis del tejido necrotizado, la regeneración de los miocitos, la concomitante reacción fibrosa del tejido conectivo y la proliferación capilar en la zona lesional.
Fase de remodelación, durante la cual se produce la maduración de los miocitos regenerados, la contracción y la reorganización de los depósitos conectivos y la recuperación de la capacidad funcional del músculo.
Aunque las tres fases sufren una cierta superposición en su desarrollo, esto es especialmente cierto en las dos últimas fases, reparación y remodelación, que se encuentran estrechamente asociadas y solapadas.
Se estima que el tiempo necesario para que se produzca la regeneración completa de la lesión muscular en estas condiciones es de 7 a 10 días (60). A los 7 días se habría producido el ensamblaje completo de los miotubos en los extremos lesionales, pero los miocitos así formados serían jóvenes y no alcanzarían su madurez completa hasta el décimo día postlesional.

En el uso de la PS en el tratamiento de los PGM, el paciente tiene derecho a poder recibir la terapia que mejor se adapte a sus necesidades. Parafraseando al doctor David G. Simons: «Idealmente, tanto el tratamiento conservador como el invasivo deben estar disponibles para el paciente en condiciones de igualdad, para ser indistintamente aplicados en función de las indicaciones».